La palabra fitocosmética deriva de la palabra griega kosmein que significa decorar y de fitos que significa planta. La fitocosmética utiliza principios activos de origen vegetal en productos cosméticos, pero es bien sabido que estos productos no sólo se emplean para “adornarnos”, sino también para solucionar alteraciones específicas de la piel.
Los extractos botánicos vegetales fueron ingredientes comunes en los productos de belleza más antiguos. Así lo muestran las farmacopeas de China, África, Europa y América. Ejemplos son el empleo de alheña como tinte natural del cabello y el uso de sábila (aloe vera) para tratar heridas. Los ingredientes botánicos se combinaban con otros compuestos para buscar un efecto sinérgico, pero también para preservar el secreto del principio activo que contenían.
Los ingredientes activos no siempre se encuentran en toda la planta, la mayoría de las veces solamente las hojas, el tallo, los frutos, las flores, los bulbos o la corteza presentan la mayor concentración. Los griegos empleaban el aceite extraído de los bulbos de las flores de la especie lilium para tratar las quemaduras por el sol, sin embargo, el agua que se extrae de estas flores es tóxica.
Dependiendo de la naturaleza y el uso que se dará al agente botánico será el método de extracción que se elija, siempre cuidando de que el producto final esté libre de impurezas. Gracias a la biotecnología hoy en día el uso de enzimas es cada vez más frecuente en la extracción de biomoléculas, se les emplea en condiciones y reacciones específicas durante el proceso y pueden ser una alternativa en las reacciones químicas para manejar la estereoespecifidad molecular y también eliminar el riesgo de residuos de solventes. Los extractos o biomoléculas purificadas pueden incorporarse a soluciones, emulsiones o cualquier otro vector, o bien, pueden emplearse para crear el vector mismo (liposomas, fitosomas y fitoesferas)…
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